“Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos. Porque no tienen congojas por su muerte, Pues su vigor está entero. No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres.” (Salmos 73:3-5)
La vida parece injusta para nosotros porque vemos sólo una parte del cuadro. Nos parece que el éxito a menudo no tiene nada que ver con la piedad. Muchas personas buenas que aman a Dios sufren mientras aquellos que no hacen caso o hasta odian a Dios parecen relativamente no afectados por las dificultades de la vida.
El escritor de este salmo luchó con tales sentimientos. Él vio a individuos arrogantes, violentos que vivían en facilidad y prosperidad (vv. 3-12). Lo que él vio hasta hizo que él cuestionare la validez de su propia fe (v.2). Él se sintió engañado. ¿De qué vale vivir rectamente? Nunca aparece dar resultados tangibles (v.13).
Pero cuando él finalmente se sentó para escribir, él escribió sobre como su actitud se había cambiado. ¿Qué había pasado? Él había comenzado a mirar la vida de un punto de vista espiritual en lugar de un punto de vista mundano (v.17).
La vida siempre parecerá injusta cuando la medimos en términos terrenales de salud, riqueza y poder. Pero cuando encontramos a Dios en una manera personal e intima, como el salmista lo hizo en el santuario, podemos ganar una perspectiva divina. Comenzaremos a ver la otra parte del cuadro. Las recompensas de esta vida son temporales y, de hecho, pueden dificultarnos hasta de descubrir lo que es realmente importante.
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