“Pasé por el campo del perezoso, por la viña del falto de juicio. Había espinas por todas partes; la hierba cubría el terreno, y el lindero de piedras estaba en ruinas. Guardé en mi corazón lo observado, y de lo visto saqué una lección: Un corto sueño, una breve siesta, un pequeño descanso, cruzado de brazos... ¡y te asaltará la pobreza como un bandido, y la escasez, como un hombre armado!” (Proverbios 24:30-34)
Algunas personas tienden ser perezosas, pero otras son adictas al trabajo. Cualquier extremo puede distorsionar el trabajo fuera de proporción; tanto la avaricia como el deseo de evitar el trabajo no es bueno.
Aún el descanso ha sido parte del diseño de Dios para el trabajo del principio. Después de que Dios trabajó en la creación por seis días, Él paró el trabajo en el séptimo día. Dios diseñó el mundo con un ciclo de trabajo y descanso. Él quiso que el sábado proporcionara el descanso y tiempo libre para los trabajadores (Éxodo 23:12).
Jesús, que tuvo un gran sentido de la urgencia para el ministerio, tomo tiempo para descansar (Marcos 6:30-32). De hecho, los muchos quehaceres pueden distraernos de cultivar una relación íntima con Cristo (Lucas 10:38-42).
El ocio no debe dominarnos, pero debe ser parte de nuestras vidas. El descanso, usado apropiadamente, trabaja para los trabajadores, no contra ellos. Un balance apropiado entre el trabajo y el descanso puede hacernos más eficientes que cuando trabajamos constantemente sin descansar.
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