“Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira pues, no suceda que la luz que en ti hay, sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.” (Lucas 11:33-36)
El ojo es una poderosa puerta de entrada a nuestro espíritu, alma y cuerpo. Todo lo que permitamos entrar a través de nuestros ojos llenará nuestro ser completo. Por ejemplo, si miramos cosas inmorales, nuestra mente estará llena de imágenes inmorales. Si miramos películas violentas y TV, nuestra mente será llena de la violencia.
Jesús señaló que tenemos el poder de elegir lo que vemos con nuestros ojos. Tenemos una responsabilidad como seguidores de Jesús para asegurar que no estamos alimentando nuestros ojos con el mal. Si decidimos mirar cosas sanas y buenas, seremos “llenos de la luz,” brillando como una lámpara. Esto por su parte nos ayudará a enfocar nuestros pensamientos en cosas Piadosas en vez de cosas pecadoras. Pablo escribió, “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).
Considere que Dios quiere usar a cada uno de nosotros como luces en el mundo. Él pagó un precio tremendo para cada uno de nosotros para ser reconciliado a él, tal que podríamos vivir como hijos redimidos, experimentando las alegrías de conocer lo y fomentar su reino en la tierra. Cuando tenemos cuidado para controlarlo que nuestros ojos ven, ayudaremos asegurar que permanecemos llenos de la luz de Dios y no la oscuridad del pecado.
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