Lucas 15: 11-24, I
Juan 1:9
No todos los días tenemos una segunda oportunidad, la
mayoría de las veces estamos contentos de tener la primera. Dios no es solo el
Dios de las segundas oportunidades; él es el Dios de las nuevas oportunidades.
Esto es una buena noticia, ya que la mayoría de nosotros desperdiciamos las
segundas oportunidades.
Una de los aspectos asombrosos del carácter de Dios es su
increíble paciencia con nosotros. El Salmo 86:15 lo expresa bien: “Mas tú, Señor, eres un Dios misericordioso
y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y fidelidad”. Miqueas
7:18 dice: “¿Qué Dios como tú, que
perdona la iniquidad y pasa por alto la transgresión del remanente de su
heredad? No retiene para siempre su enojo, porque se deleita en la
misericordia”.
La Biblia está llena de personas que recibieron segundas oportunidades,
e incluso terceras y cuartas: Pedro, Jonás, Marcos, Sansón, David y otros.
Todos ellos trofeos de la gracia de Dios.
Así como Dios es paciente y perdonador, quiere que seamos
pacientes y perdonadores con los demás. "Por
tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de entrañable
compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia" (Colosenses
3:12).
Él nos da segundas oportunidades, y debemos dar lo mismo
a los demás. Jesús da una severa advertencia a quienes se niegan a perdonar,
diciendo “que si no perdonamos a los demás, Dios no nos perdonará” (Mateo 6:15,
Efesios 4:32, Colosenses 3:13, Proverbios 19:11). Si alguien está
verdaderamente arrepentido, entonces estamos obligados a perdonar (Mateo
18:21-22).
Ofrecer perdón no es lo mismo que reconciliarse. A muchas
personas les cuesta encontrar el equilibrio entre mostrar misericordia y
permitir que una persona dañosa siga haciéndonos daño. Debemos estar dispuestos
a perdonar a todo aquel que nos hace daño, así como Jesús nos perdona. Pero,
cuando alguien continúa violando los límites de otra persona sin arrepentirse,
una persona sabia aprende a establecer límites más firmes. Si un hombre te ha
golpeado repetidamente en la cara, puedes ofrecerle perdón; pero mantengas
alejado hasta que demuestre con el tiempo que ha cambiado.
Darle a alguien una segunda oportunidad significa darle
otra oportunidad para ganarse nuestra confianza. Pero eso no significa que
olvidemos al instante lo que la experiencia nos ha enseñado. La confianza se gana
con el tiempo, y somos insensatos si la damos prematuramente. Podemos tener un
corazón amoroso y perdonador que también practique una sabia custodia de
nuestras vidas.
Cuando hemos ofendido a alguien, no tenemos derecho a
exigir otra oportunidad. Pero debemos esforzarnos por ganar otra mediante una
demostración continua de arrepentimiento y cambio.
Incluso Dios tiene un límite para el perdón. En Romanos
1:18-32, el apóstol Pablo nos advierte lo que sucede cuando continuamos menospreciando
la paciencia de Dios y rechazando su llamado al arrepentimiento.
En tres ocasiones, aparece la frase "Dios los entregó". Cuando insistimos en vivir como
queremos en lugar de como Dios quiere, Él nos lo permite. Finalmente, cuando
nuestro corazón se endurece contra Él, nos deja ir. Nos entrega a una mente
reprobada, una que ya no puede buscar a Dios. En ese momento, el pecado se
convierte en nuestro dios.
Puede llegar un momento en una relación humana en que
ocurra lo mismo: cuando se ofrece el perdón y la restauración es posible, pero
una de las partes se niega a arrepentirse y rechaza todos los esfuerzos de
reconciliación. Quizás sea el momento de terminar esa relación. Las segundas
oportunidades ya no funcionan. Terminar una relación es el último recurso, pero
a veces es necesario (Mateo 18:17).
Dios hace todo lo posible para atraernos al
arrepentimiento, ofreciéndonos perdón y segundas oportunidades (II Pedro 3:9).
Pero si continuamos rechazándolo, la oferta se retira y, al morir, ya no hay
más oportunidades (Hebreos 9:27). La gracia de Dios es nuestro modelo. Podemos
ofrecer segundas oportunidades a otros hasta que una relación sana ya no sea
posible.
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