“Acercándose
uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había
respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús
le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro
Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este
es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos. Entonces
el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay
otro fuera de él; y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento,
con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo,
es más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús entonces, viendo que
había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios.”
(Marcos 12:28-34)
Es en el área de lo que
Dios espera de nosotros que habido uno de los más grandes áreas de diferencias
de opinión entre varias perspectivas religiosas a través de los tiempos. Antes
que el Judaísmo llego a ser prominente, la mayoría de las religiones en el
mundo antiguo no proclamaron lo que los dioses tuvieron expectativas morales de
la gente. La expectativa principal era que la gente les pagaría homenaje con
sacrificios. En el caso de los dioses Griegos muchos de ellos se comportaban de
maneras que aun ellos estaban lejos de la moral, aun teniendo amoríos sexuales
con mortales. Ellos también frecuentemente se ocupaban en actos de decepción el
uno contra el otro. Los dioses egipcios mostraron características similares.
Las diosas Cananitas de fertilidad eran adoradas por allegarse a las
prostitutas de culto y tener sexo con ellas. Era en este contexto que el
Judaísmo proclamo un Dios quien exigía fidelidad, honestidad y integridad
sexual. ¡Esto era una manera radical de pensar para este tiempo!
LOS DIFERENTES
PUNTOS DE VISTA DE HOY
Esta diferencia persiste
hoy. Algunos pensamientos de la Edad Nueva nos volvería a estas perspectivas
primitivas donde Dios es visto como demandando poco de la gente éticamente.
Muchos de la fe islámica cree que Dios espera que sus seguidores se envuelvan
en “guerras santas,” mientras que hay algunos en la iglesia Cristiana que dicen
que Dios espera que seamos pacifistas. Ciertamente, aun dentro de la
misma iglesia cristiana ha habido una variedad de perspectivas sobre lo
que Dios espera de nosotros en las áreas del cuidado personal (fumando,
bebiendo, puntos sociales {el aborto, la guerra, pena de muerte}).
DIOS SE HA REVELADO
Dios se ha revelado a
nosotros en la Biblia para mostrarnos como Él es y también para dejarnos
saber lo que Él espera de nosotros. En el Antiguo Testamento, había un gran
énfasis en proclamar lo que Dios esperaba mediante listas largas de reglas y
regulaciones, cosas que hacer y acciones para evitar. A través del tiempo estas
listas se hicieron más largas y más complicadas, por las interpretaciones de
varios rabinos. Debido a esto, declaraciones más concisas de lo que Dios
esperaba tuvieron grade atracción. Se pueden encontrar tales declaraciones en
ambos el Antiguo y Nuevo Testamentos (Miqueas 6:6-8; Santiago 1:27). En este
pasaje, Jesús da el resumen más importante de lo que espera de nosotros. Por
mirar este pasaje podemos mejor evaluar lo que otros dicen de las expectativas
de Dios en cuanto a nosotros.
Una de las conexiones
más consistentes hechos en el Nuevo Testamento es la conexión entre el amor de
Dios y amar la gente alrededor de nosotros. Aquí, Jesús nos dice que el amar a
Dios y amar a nuestro prójimo son los dos más grandes mandamientos. En una
historia en el Evangelios según San Mateo que es similar a esta, Jesús dice
adicional mente, “De estos dos mandamientos depende toda la ley y los
profetas” (Mateo 22:40). Entonces en San Mateo 25, enseña lo que se
puede pensar como el resultado de esta enseñanza, que mostrando amor a “uno
de los menos” de las personas en necesidad alrededor de nosotros es igual
que mostrar amor a Él (Mateo 25:31-46). El apóstol Juan
nos dice: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a
Dios a quien no ha visto?” (I Juan 4:20) Santiago nos dice que
es inconsecuente que la misma boca bendiga a Dios y maldecid las personas
alrededor de nosotros quien han sido hecho en Su imagen (Santiago 3:9).
Lo que dice todo esto es que la persona religiosa de corazón frió, con la
Biblia en la mano y un ceño en la cara, buscando a personas para juzgar y
condenar, es claramente contrario a lo que Dios espera de nosotros.
La respuesta de Jesús
comienza con el Shema (v-29) que esencialmente declara que el Señor es uno.
Mientras esta declaración se parecería a una declaración teológica con poco que
decirnos sobre lo que Dios espera de nosotros, no obstante tiene implicaciones.
En el tiempo antes que el monoteísmo de Israel ganara una posición
estable, se creía que cada nación tenía su propio dios por separado. El dios o
dioses de una nación cuidaba la gente de esa nación contra la gente de otra
nación, y si había un conflicto, el dios o dioses más fuerte ganaría. Este
politeísmo por lo tanto era parte de la división entre
la gente. Pero declarar que Dios es verdaderamente uno es también declarar que
Dios es el Señor de todos nosotros. Eso significa que necesitamos tratarnos el
uno al otro como hijos del mismo Dios, como familia.
Jesús entonces continúa
y da lo que Él considero ser el más grande mandamiento: Que debemos
amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Eso
quiere decir, ¡con todo que somos! Esto es un amor que va más allá de servicio
de labios. Cuando todo las atracciones que el mundo tiene que ofrecer pelean
por primer lugar en nuestro corazón, necesitamos aclara que ese lugar está
reservado solo para Dios. Cuando personas tratan de usar argumentos
intelectuales para crear duda y convertirnos en escépticos, necesitamos amar a
Dios con todo nuestra mente. Cuando hemos corriendo aquí, allí y por todas
partes hasta que nos agotamos, pero entonces nos convencimos que Dios nos está
llamando para hacer una cosa más, necesitamos amar a Dios con toda nuestra
fuerza.
El mandamiento de amar a
Dios de esta manera es inclusivo de varios mandamientos del Antiguo Testamento.
La persona que ama a Dios no pondrá nada o nadie sobre Él (Ex. 204-6);
ni se referirá a Dios en una manera irrespetuosa (Ex. 20:7). Amando a
Dios también significa apartando un tiempo especifico de cada semana para
adorarle y alabarle (Ex. 20:8-11).
El segundo mandamiento
más importante de Jesús era que amaremos nuestro prójimo como nosotros mismos.
Aquí es significante señalar que este mandamiento asuma que una
persona se ama a sí misma. Sin embargo, esto no siempre es el caso. Algunas
personas fueron criadas por padres o guardianes que nunca tenían algo bueno que
decir de ellos, y en el proceso desarrollaron una opinión muy negativa de ellos
mismos. Tales personas tienen un tiempo muy difícil amando a otros también.
Como un ejemplo de esto, muchos asesinos sicópatas que son capturados quieren
morir. La falta de valor que le ponen a las vidas de otros ha resultado de su
falta de valorizar su propia vida. Lo que Dios nos llama hacer es valorizar
cada vida que Dios ha creado como preciosa más allá de comparación, si esa vida
es nuestra o de alguien más. Este respecto a la vida se basa en el primer
mandamiento, el mandamiento de amar a Dios. Somos creación de Dios, obra de
arte de Él. Amamos a Dios por atesorar Sus obras de arte.
La idea de que debemos
amarnos a nosotros mismos origina con la teología temprana Cristiana. La
teología temprana Cristiana declaro que hay cuatro etapas de madurez cristiana.
El primero es “amor de uno mismo por causa de uno mismo.” Este es la etapa donde
la mayoría de la gente se encuentran, donde ellos están al centro de sus vidas,
y su interés no alcanza mas allá de ellos mismos. La segunda etapa es “el amor
a Dios por la causa de uno mismo.” Esta es la etapa donde muchos se
permanecen, donde ellos aman a Dios porque creen que les beneficiara. Los
llevara al cielo y le ayudara evitar el infierno. Este no es una etapa mala. Es
donde muchos de nosotros comenzamos nuestra vida cristiana. Aún, no es la etapa
más alta, tampoco. La tercera etapa es “amor a Dios por la causa de Dios.” Este
es donde amamos a Dios, no simplemente por lo que Él puede hacer por nosotros,
pero porque Dios sobre todo es digno de amor. Y aún, tan alto que sea esta
etapa, hay una etapa más allá de esta. Esta última etapa es “amor de uno mismo
por causa de Dios.” Esta etapa es encontrando un amor nuevo para
nosotros mismos porque fuimos hechos por Dios como Su más grande creación. Una
vez que nos amemos, entonces debemos tener un amor igual para esos alrededor de
nosotros, atesorándolos también como obras de arte de Dios.
Así como el mandamiento
de amar a Dios es inclusivo de varios mandamientos, aun el mandamiento de amar
nuestro prójimo como nosotros mismos resume e incluye una variedad de
mandamientos también. Personas quien verdaderamente aman su prójimo honrara a
su familia y sobre todo los padres que los criaron (Ex. 20:12). No
asesinaran o harán actos de violencia (Ex. 20:13) o violaran su
compromiso sexual a su cónyuge (Ex. 20:14), o tomaran lo que pertenece a
su prójimo (Ex. 20:15), o mentir a su prójimo (Ex. 20:16), o
resentirse por las bendiciones de su prójimo (Ex. 20:17). La gente hará
estas cosas, no porque han estado meticulosamente siguiendo una lista de
reglas, pero porque es la naturaleza del amor.
Si decimos que Dios espera
que le amemos a Él y a nuestro prójimo, ¿Qué sucederá cuando faltamos en
hacerlo? ¿Qué pasa a esos días cuando parece que todo va mal y estamos en un
genio malhumorado y antes de que pensemos de ello estamos hablando palabras
ásperas y duras a las personas que debemos amar? ¿Nos rechazara Dios entonces
por nuestro fracaso? A pensar eso, pasmos por alto un factor muy importante en
nuestra situación, que Dios es Él mismo la esencia de amor (I Juan 4:8).
Si no pensamos que es muy amoroso saltar encima de alguien por cada fracaso,
¿Por qué lo haría Dios, quien es la esencia de amor? Mas bien, Él ha provisto
por nuestros fracasos por amarnos y muriendo por nuestros para pagar la pena
por nuestros fracasos morales.
Aprendiendo a amar
significa aprender algunas cosas concretas que podemos hacer para expresar ese
amor, ambos a Dios y a las personas alrededor de nosotros. No es suficiente
sólo amar en el abstracto. Usted debe mostrar su amor para sus prójimos no
solamente con palabras pero con hechos.
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