“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies su dirección… Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, Y collares a tu cuello.” Proverbios 1:8-9
A la edad de 5 años decimos: “Mi papá puede hacer cualquier cosa.”
A la edad de 7 años decimos: “¡Mi papá sabe mucho, muchísimo!”
A la edad de 10 años decimos: “Mi papá no lo saben todo.”
A la edad de 14 años decimos: “Ah bien, por supuesto mi papá no lo sabe todo.”
A la edad de 16 años decimos: “Mi padre es tan anticuado.”
A la edad de 21 años decimos: “Ah aquel hombre es pasado de moda. ¿Qué esperabas?”
A la edad de 25 años decimos: “El sabe un poco sobre ello pero no mucho.”
A la edad de 30 años decimos: “Tengo que averiguar lo que mi papá piensa acerca de ello.”
A la edad de 50 años decimos: “¿Qué hubiera pensado mi papá al respecto?”
A la edad de 60 años decimos: “Me gustaría poder discutirlo con mi papá una vez más.”
Los padres no son perfectos, aunque no sean tan imperfectos como pensamos. Ellos reciben un montón de impertinencias y muy poco crédito. Por lo tanto, es bueno tener un día cuando hacemos una pausa para honrar y recordar a nuestros padres.
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