“Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y
dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él
le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél,
respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti
mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero
él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
(Lucas 10:25-31)
La pregunta más importante que una persona
puede hacer es, “¿Que tengo que hacer para heredar la vida eterna?” Debido a la
manera que Jesús respondió a esta pregunta, también trata otra pregunta vital,
“¿Quien es mi prójimo?” Estas dos preguntas están estrechamente conectadas.
¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?” El intérprete le pregunto a
Jesús. Esta pregunta es una que ha estado en el corazón y en los labios de
muchas personas por siglos.
¿Qué tengo que hacer para estar satisfecho?
¿Que tengo que hacer para que tenga sentido mi vida? ¿Cómo puedo sentirme
cercas de Dios? Estas son preguntas que muchos de ustedes están haciendo.
Detrás de ellos está la pregunta que el intérprete le hizo a Jesús.
En el Nuevo Testamento, “La Vida Eterna” significaba
más que un mundo que esperamos ir después de que nos morimos. “La Vida Eterna”
incluía nuestra relación con Dios después de la muerte, pero se consideraba
como una relación que ahora podemos empezar.
Cuando estamos debidamente relacionados con Dios
y los propósitos de Dios para nuestras vidas, estamos viviendo “La Vida
Eterna,” eso es, que estamos en acuerdo con Dios. De hecho, cualquier esperanza
de vida con Dios después de la muerte estaba basada en nuestra relación con
Dios ahora, en esta vida.
Así que, esencialmente el intérprete estaba
preguntando, “¿Qué debe hacer para tener una vida llena y significante con Dios?” Quizás el esperaba
que Jesús iba entrara en una discusión religiosa con el. Pero, lo que eso Jesús
era tan solo preguntarle lo que decía las Escrituras, y el intérprete muestra
que el conoce las Escrituras de memoria. Pero, mientras el citaba las palabras
familiares de Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18 a Jesús, el intérprete quizás
sintió que su conversación estaba tomando un giro inesperado.
“Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con
toda tu mente” el dijo. Muy bien. La actividad primera de cualquier fe es el amor a Dios.
¿Pero, como puedo amar a Dios? ¿Por ir a la iglesia? ¡Si! ¿Por estudiar la
Biblia? ¡Si! Por usar todo los dones que Dios nos ha dado, el corazón, el alma,
la fuerza, y nuestra mente para amar lo.
Pero, fue la frase, “Y a tu prójimo como a ti
mismo” que lo desconcertó. Jesús no quiere hablar de cosas que en verdad no
importaban. Él quiere hablar de nuestras vidas ahora mismo, aquí en esta
tierra, de nuestro prójimo.
Según la respuesta de Jesús al intérprete,
aprendemos que no podemos amar a Dios sin amar a nuestro prójimo. Nuestro amor
al prójimo testifica a nuestro amor a Dios.
Aquí encontramos un hombre sincero que quiera
tener una plática de Dios. Pero, Jesús retorna la pregunta hacia la vida del
intérprete lejos de ideas abstractas. El le cuenta una historia que apunta directamente
a su vida. Él cambia la conversación en una plática del prójimo. ¿Qué nos dice
esto sobre la religión de Jesús?
¿QUIEN ES
MI PROJIMO?
Todavía sigue haciendo preguntas el intérprete.
“¿Amar a mi prójimo? Bien, ¿Pero, de cualquiera manera, quien es mi prójimo?,”
el pregunta.
Esto no era una pregunta simple para la gente
en los días de Jesús. Seguramente Jesús no diría que los incrédulos gentiles
eran el prójimo. ¿Cómo pueden la gente ser nuestro prójimo cuando ellos no
adoran nuestro Dios? Seguramente que el soldado en el ejército Romano no puede
ser nuestro prójimo. ¿Quién, entonces, es nuestro prójimo?
Para ser honesto, “¿Quien es mi prójimo?” no es
una pregunta simple para nuestro día, también. Las líneas que dibujamos
alrededor del mundo excluyen a otras razas, otras naciones, y oras religiones
de nuestra amistad. No intentamos ser prójimo a gente que no quieren ser
nuestro prójimo. Así que, en contestación a nuestras definiciones estrechas del
prójimo, Jesús presenta una pequeña historia. Esta es una de las mas conocidas
y mas desafiante de las parábolas de Jesús. El énfasis de esta parábola no es
en el hombre pobre que fue robado y dejado por muerto. El énfasis esta en el
Samaritano.
Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó y
cayo en manos de ladrones, los cuales lo despojaron y lo dejaron por muerto. Un
sacerdote y un levita descendieron por aquel camino y viéndole, pasaron al
hombre agonizante de largo. Pero entonces, por aquel camino vino un Samaritano.
Al tener un Samaritano como el héroe de la historia era agregar insulto a la
herida. El Samaritano, despreciado por los judíos, fue el que tuvo compasión de
la persona herida. El hombre herido no era un judío despreciado para el
Samaritano; era una persona, un ser humano en necesidad.
Era un hombre que era diferente a él, era de
otra raza, de otra nacionalidad, de otra religión. Todo estaba “mal” de este
Samaritano, todo excepto lo que hizo. “Y viéndole, fue movido a misericordia;
y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole
en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.”
Como Samaritano, el talvez no conocía todas las
razones bíblicas para demostrar buena voluntad hacia el hombre herido. El
sacerdote y el levita conocían las Escrituras. La diferencia fue que el
Samaritano actuó compasivamente. Qué es más, él no sólo se movió para ayudar al
hombre, pero se quedo con él y usó su propio dinero para asegurar que el hombre
fuera atendido hasta que hiciera una recuperación completa.
VE, Y HAZ TÚ LO MISMO:
Había una vez una familia que estaba pasando
por tiempos duros. El padre había perdido su trabajo, y desalentado, empezó a
beber pesadamente, y eventualmente abandono a su familia. La madre tenía poca
educación y pocas habilidades y le fue casi imposible encontrar trabajo.
Además, tenía tres niños jóvenes que cuidar en la casa. No tenían comida ni
dinero.
En desesperación la madre fue con un señor de
negocio del pueblo y le pidió si el les podía ayudar. El señor le ayudo con
veinte dólares. La mujer tomo los veinte dólares y fue y compro comida para su
familia y regreso a su casa. Después de unos días se les termino la comida y
estaba desesperada otra ves no sabiendo que hacer.
Sucede que el hombre del negocio le menciono a
una amiga la situación de esta familia pobre. Esta señora se conmovió de la situación de esta familia y
fue a visitarla. Les llevo comida y ropa, y después hizo una lista de las
necesidades de esta familia y presento la necesidad en su iglesia. Los miembros
de la iglesia ayudaron a esta familia y algunos le ayudaron con cuidarle sus
hijos mientras ella estovo asistiendo a una escuela para entrenarse para un
trabajo. Ahora, les pregunto, ¿Quién resulto ser el prójimo a esta familia en
necesidad?
¿Quién es mi prójimo? Mi prójimo es cualquiera
persona que mi necesita, y cualquiera persona quien yo puedo ayudar. El ayudar
a nuestro prójimo es una expresión de amor a Dios. ¡Ve, y haz tú lo mismo!
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