“Para que
habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos
cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda
la plenitud de Dios” (Efesios 3:17-19).
Una de las fuerzas más
poderosas en la tierra para traernos a una vida como la de Cristo es un
concepto apropiado de Dios, ¡como en verdad lo vemos, y lo que pensamos como Él
es verdaderamente! Nuestra habilidad para amarlo como Él desea que le amemos
depende de un concepto apropiado de Él.
Los que nunca han
experimentado mucho del amor humano frecuentemente tienen un punto de vista muy
trastornado de Dios. La Biblia nos dice que fuimos creados en la imagen de
Dios, ¡pero desafortunadamente, algunos, en sus imaginaciones, han estado
ocupados tratando de crear un Dios en su imagen, con todas sus limitaciones!
Algunos, cuando eran niños,
frecuentemente oyen tales declaraciones como, “Si haces eso, Dios no te va
amar.” “Dios te va castigar.” Con una imagen en sus mentes de un Dios quien
está listo en cada oportunidad para derramar Su ira sobre la humanidad, ¿no es
de sorprenderse que cuando estos crezcan rechazan a Dios? ¡Sus padres los han
introducido a un Dios que ellos no pueden armar!
Algunas personas como
estas, por razón de miedo, si se entregan a Cristo, ¡pero ese tipo de relación
raramente dura! El miedo es una ligadura frágil de unión, una base débil de
religión. La persona quien sirve por miedo, sin la comprensión del amor,
tratará de negociar con Dios. El hará cosas para Dios, dará ofrendas, hará
oraciones, etc., para malversar un lugar en el cielo de su Dios. La vida y la
religión serán un juego de ajedrez, no un asunto de amor.
¡La visión limitada y
trastornada que algunos tienen de Dios no es el Dios que se nos revela en
la Biblia, y manifestado a nosotros mediante la vida, ministerio y muerte de
Jesucristo! La Biblia nos declara la naturaleza de Dios:
1. Dios es santo (Levíticas
19:2)
2. Dios es luz (I
Juan 1:5)
3. Dios es Amor (I
Juan 4:8,16)
Estas no son atributos o
características de Dios. ¡Esto es lo qué Dios es! Él no tiene santidad, ¡Él es
santo! Él no tiene amor, ¡Él es Amor!
COMPRENDIENDO LA GRANDEZA DE SU AMOR
Pablo nos dice que si vamos
a ser llenos de la plenitud de Dios, necesitamos ser capaces de comprender o
entender la grandeza (la anchura, la longitud, la profundidad y la altura) del
Amor de Dios. Entonces después de hacer tal declaración, concluye que “...el
amor Cristo...excede a todo conocimiento.” Es más ancho que el este
del oeste. Es más alto que los cielos, y más profundo que el mar. ¡No conoce
lindes o limitaciones!
Literalmente se han escrito
millares de libros, tratando de algún modo habilitarnos para comprender este
amor hermoso, pero cuando están todos compilados juntos, todavía hacen poca
justicia a este tema inagotable.
Y así continua la tarea
insuperable de tratar de entender, no solo describir, la grandeza del amor de
Dios. Quizás es imposible que nosotros totalmente comprendamos y definamos Su
Amor, pero es importante para nosotros que de algún modo, en lo profundo de
nuestro corazón conozcamos este Amor y seamos persuadidos por Él. ¡Si tenemos
un discernimiento y conocimiento de la inmensa belleza de Él, mejorar mucho
nuestra relación con Él., y nos ayudara para amarle como Él merece ser amado!
LAS CARACTERISTICAS DEL AMOR DE DIOS
Hemos estado hablando de la
naturaleza de Dios y las dimensiones de Su Amor, ahora miraremos las
características de ese Amor. Cuando hacemos esto, nuevamente somos hecho
conscientes de que un inmenso golfo existe entre nuestro frágil amor humano, y
ese que es ofrecido por Dios.
Mas de cualquier otro
escritor del Antiguo Testamento, el Salmista David parece haber tenido una
comprensión buena concerniente al Amor de Dios. Él no usó mucho la palabra
“amor”, pero eligió más bien escribir sobre las características de ese Amor.
DIOS ES FIEL
Unas de los temas favoritos
de David era la fidelidad de Dios: “Jehová, hasta los cielos llega tu
misericordia, y tu fidelidad alcanza hasta las nubes” (Salmos 36:5). “De
generación en generación es tu fidelidad...” (Salmos 119:90).
El uso de la palabra
“verdad” en el Antiguo Testamento, viene de la palabra Hebrea “emeth,” y
significa: estabilidad, lealtad, verdad, certeza y fidelidad. En
este mundo inestable donde muy frecuentemente parece difícil saber en
quien podemos confiar, ¡cuán maravilloso es saber que Dios es fiel! “Porque
grande es hasta los cielos tu misericordia, y hasta las nubes tu verdad”
(estabilidad, lealtad, fidelidad, etc.) (Salmos 57:10). “...la verdad
(estabilidad, lealtad, fidelidad, etc.) de Jehová es para siempre” (Salmos
117:2).
LA MISERICORDIA DE DIOS
Otro tema favorito en los
cantos de David era la misericordia de Dios: “¡Cuán preciosa, oh Dios,
es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra
de tus alas” (Salmos 36:7). “Porque mejor es tu misericordia que la vida; Mis
labios te alabarán” (Salmos 63:3).
Note cuan elocuente David
es cuando escribe sobre las cualidades hermosas que son parte del Amor de
Dios: “hasta las nubes,” “hasta los cielos,” “es para siempre,” “mejor
que la vida”. Pero David en ninguna parte es más expresivo que cuando
escribe acercas de las misericordias del Señor.
EL HIMNO FAVORITO DE DAVID
El tema favorito de David
era “las misericordias del Señor.” Probablemente su salmo
favorito era el Salmo 136, un salmo respondiente. El líder cantaba una
línea, “Alabad al Dios de los dioses,” y la gente
contestaba “porque para siempre es su misericordia.” Entonces
el líder cantaba, “Alabad al Señor de los señores,” Y la gente
cantaba nuevamente, “porque para siempre es su misericordia.” Veintiséis
veces la gente repetía estas palabras cuando cantaban este salmo.
El coro de este salmo era
el favorito de David, que el uso en otros salmos y en muchas ocasiones: “Alabad
a Jehová, porque él es bueno, Porque para siempre es su misericordia.” Los
salmos 106 y 107 comienzan con el mismo coro, mientras el Salmo 118 comienza y
termina con ello. Por si alguien se quejara en oír estas palabras
repetidamente, David parece casi advertir, “Las misericordias de Jehová
cantaré perpetuamente” (Salmo 89:1). Cuando se trajo el Arca a
Jerusalén de la casa de Obededom, los cantantes estaban cantando el himno
favorito de David (I Crónicas 16:34). La Escrituras tienen cuidado
de anotar que esto había sido ordenado por David: “y con ellos a
Hermán, a Jedutún y a los otros escogidos declarados por sus nombres, para
glorificar a Jehová, porque es eterna su misericordia” (I Crónicas
16:41). En la dedicación del templo de Salomón muchos años después,
¿qué canto se supone que la gente estaba cantando cuando la casa del Señor se
llenó de la gloria de Dios? El himno favorito de David (II Crónica
5:13). Cinco generaciones después, su popularidad no había disminuido.
Los cantantes que se nombraron para salir enfrente del ejército de Josafat no
podían cantar cualquier himno. Tenía que ser el himno favorito de David (II
Crónicas 20:21).
EL AMOR DE DIOS ES INCONDICIONAL
¿Porque estaba David tan
fascinado con las “las misericordias del Señor”? ¿En verdad, por qué,
apreciamos este aspecto del Amor de Dios tanto? ¿Será porque nos damos cuenta
de nuestra propia debilidad y fragilidad? Todos le hemos fallado muchas veces,
de muchas maneras. Y, aún Él extiende Su misericordia hacia nosotros. Cuando
hace así, somos hecho conscientes nuevamente que el Amor de Dios es más grande
que cualquier otro que se nos ha ofrecido por otros. ¡Es incondicional!
Todos sabemos que somos
imperfectos. Queremos mejorarnos, y la mayoría de nosotros nos estamos
esforzando para mejorarnos. No obstante, es el gozo en saber que Dios nos ama
“así como estamos” nos habilita levantarnos de nuestros fracasos, sacudirnos
del polvo de la derrota, y continuar caminando con Dios. Entre mas y mas,
experimentamos el Amor de Dios, y llegamos a comprender sus características y
sus dimensiones, nuestra relación de amor con Él crece, de manera que podemos
decir como el Apóstol Pablo: “...Estoy seguro de que ni la muerte, ni
la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá
separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos
8:38-39).
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