Al oírlas,
muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo:
¿Esto os ofende?... Desde
entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo
entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió
Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” Juan
6:60-68
La peregrinación de la
vida está lejos de ser fácil. Hay todo clases de sacrificios, tropiezos y
dificultades que hacen que nuestro viaje sea difícil. Hay tiempos cuando
nuestra caminata parece demasiado difícil de soportar; “me rindo,” queremos
decir. Las palabras de la fe cristiana para esta circunstancia son articuladas
en un diálogo entre Jesús y sus discípulos que se centran sobre las severas
exigencias y la dificultad de Sus enseñanzas.
Algunos de sus
discípulos expresaron sus sentimientos, “Esta enseñanza es demasiado
fuerte. ¿Quién puede aceptarlo?” sus murmuraciones tuvo que ver no
sólo con sus enseñanzas, sino también con su frustración en el manejo de los
desafíos de la vida en general. Sabiendo de su malestar, Jesús se dirigió a Sus
discípulos preguntándoles simplemente, “¿Le hace esto querer rendirse?” Varios
de ellos ya se habían ido. Jesús entonces les pregunta, “¿Y vos,
también quieren irse?” Había un verdadero tirón en la dirección de
rendirse. ¿Quién sabe cuántas veces Sus discípulos tuvieron que tratar con
sentimientos de frustración? Rindiéndose, era una opción atractiva.
Para poder entender mejor el contexto de esta porción, vamos a
lo que dijo el Señor en otra ocasión; “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo
hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo:
De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente
en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis
sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que
haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos,
o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida
eterna” (Mato
19:27-29). Pedro le dice
al Señor; “Nosotros hemos dejado todo, ¿Qué nos va a tocar?” Yo
creo que esta pregunta es una que nos ocupa a todos, hay vez en cuando.
Parece que le
ponemos más importancia en lo que nos va a tocar que en la generosidad y la
bondad del Señor para con nosotros. La cuestión de las recompensas y lo que
vamos a recibir, ¡parece que nos estorba! El Señor les responde, “Mi
van ayudar a juzgar a las doce tribus de Israel.” Yo creo que el Señor
está diciendo, “¿Porque me presentan cuentas?” “¿Tienen
miedo ustedes de perder, o que no van a ganar nada?” “¡Creen que
después de la jornada los voy a dejar sin nada!” Queridos hermanos hay
siempre recordar y entender que lo que hacemos para el Señor no es en vano.
Nuestra relación
con Dios no es cuestión de contabilidad, ¡que nos debe El Señor! El es más
amplio que esto, porque no hay limite a Su generosidad y bondad. Después de
todo, ¿con que nos va premiar el Señor? ¡Con la vida eterna!
La respuesta no
estaba en dándole la espalda, pero en acercarse a Jesús que los discípulos
encontraron su equilibrio otra vez. Pedro contestó la pregunta del Señor sobre
rendirse diciendo: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.”Consciente que las cuestiones no fueron solucionadas, ni simplificadas,
Pedro rechazó retirarse y los demás estuvieron de acuerdo. Ellos mantuvieron su
lealtad a Dios.
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