“Pasado el día de reposo, al
amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María,
a ver el sepulcro. Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del
Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre
ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la
nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como
muertos. Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis
vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No
está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto
el Señor.” Mateo 28:1-6
¡Él no está aquí, ha resucitado! Estas siete palabras declaran la verdad
más importante en la Biblia entera. ¿Usted puede preguntar, “Podía alguna
verdad ser más importante que la verdad del nacimiento virginal de Cristo o, la
verdad de la cruz de Calvario? ¿O los milagros que Cristo hizo, sanar los
enfermos, dar la vista a los ciegos, y resucitando los muertos?” ¡Sí! ¡Porque,
no importa lo que hizo Jesús, o quién era, si la muerte lo podría haber
mantenido en la tumba, todo lo demás hubiera sido en vano! Pero si se predica
de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que
no hay resurrección de muertos?
La cruz y la resurrección de Jesús son inseparables, el uno demanda el
otro. Si Jesús no hubiera muerto no habría por supuesto ninguna resurrección,
de ahí ninguna fe, ninguna salvación, ninguna nueva creación; pero se no
hubiera conquistado la muerte, el infierno, y la tumba Su muerte hubiera sido
en vano. ¡Por lo tanto aquellos que
niegan Su resurrección más vale que nieguen que fue crucificado! “Porque si no hay resurrección de muertos,
tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra
predicación, vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de
Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no
resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan,
tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún
estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo
perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos
de conmiseración de todos los hombres” (I Corintios 15:12-19).
El diablo hizo todo en su poder de mantener a Jesús de la cruz. Él sabía
que si Jesús alcanzara el Calvario, Su muerte en la cruz eventualmente traería
la caída de su reino. Satanás reunió todas las fuerzas del infierno, en un
intento de destruir a Jesús antes de que él alcanzara la cruz, pero la Biblia
nos dice en Colosenses 2:15 que Jesús, “despojando
a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz.” Cuando
Jesús oro en el Jardín de Getsemaní, Él vio todas las fuerzas del infierno
aliados juntos para aplastarlo; pero un Ángel fue enviado para fortalecerlo y
El obtuvo la victoria, poniendo al infierno a una vergüenza abierta.
El diablo trató de matar a Jesús cuando fue azotado por los romanos pero no
lo logro. Él trató de matarlo bajo el peso de la cruz y falló. ¡Jesús vino al
mundo para morir en la cruz, y ni el diablo y todas las fuerzas del infierno no
podían pararlo! Incluso después de que
Él llegó a la cruz y murió allí, ellos pensaron que ellos podrían mantenerlo en
la tumba por poniendo una piedra pesada en frente de la entrada, sellándolo con
el sello imperial de Roma, y poniendo una guardia romana enfrente de ella. Pero
ellos no habían tomado en cuenta el poder de Dios y el hecho que no era posible
que la muerte lo detuviera porque Él era Dios mismo manifestado en la carne
como dice el evangelio de San Juan 1:14; “Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.”
¡No era posible que la muerte detuviera a Jesús! La muerte es el resultado
del pecado, “Porque la paga del pecado es
muerte” dice Romanos 6:23, “y el
pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” dice Santiago 1:15, pero
Jesús no pecó; no había pecado en Él. Por tanto la muerte no tenía ningún
derecho a Jesús. Jesús no murió como muere un mortal; Él no murió una muerte
“natural.” Él entrego su vida por su propia voluntad, para volverla a tomar. El
dijo en San Juan 10:17-18: “Yo pongo mi
vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.”
Jesús es vida, y es imposible que la muerte retenga la vida. Él dijo en San
Juan 11:25: “Yo soy la resurrección y la
vida.” Él tomo un cuerpo para poder morir, dar Su vida, y mediante la
muerte hacer posible la vida eterna a todos los que creen en Él, San Juan 3:16:
“Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna.”
¡Ningún hombre mató a Jesús! ¡Es cierto que los
hombres demandaron Su muerte, los hombres lo detuvieron y lo condenaron, y las
manos de hombres le clavaron en la Cruz, pero no nos equivoquemos, el hombre no
tomo su vida! Jesús era Dios manifestado en la carne, y Dios no puede morir ni
puede ser matado.
Pilato dio el cuerpo exánime de Jesús a Nicodemo
y José de Arimathaea. Ellos bajaron el cuerpo de la cruz y lo pusieron en la
tumba nueva de José, ¡pero no era posible que la corrupción destruya Su cuerpo,
y al tercer día después de Su entierro Jesús salió de la tumba en el mismo
cuerpo que Nicodemo y José habían puesto en la tumba! Si Él no hubiera
resucitado corporalmente no hubiera ganado la victoria total sobre la muerte.
Sin Su resurrección corporal Él hubiera ganado
solamente una victoria parcial sobre la muerte. Pero, Él si resucito
corporalmente, y la Palabra de Dios declara: “Y cuando esto corruptible se haya vestido de
incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se
cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya
que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas
gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo” (I Corintios 15:54-57).
Gracias a Dios que Él no se detuvo antes que ganar victoria total sobre el
mundo, la carne, y el diablo, la muerte, el infierno, y la tumba. Tomo un
cuerpo que era capaz de morir y en ese cuerpo Él murió y resucito. Su
resurrección corporal es la garantía que conquisto todo lo que Él vino a
conquistar, y Él ahora retiene las llaves del infernó y de la muerte. “yo soy el primero y el último; y
el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los
siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17-18).
Que todos los muertos van a ser resucitados a
vida es enseñado en las escrituras, “De
cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán
la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán. Porque como el
Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí
mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el
Hijo del Hombre. No os maravilléis de esto; porque vendrá hora
cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que
hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo
malo, a resurrección de condenación.” (Juan
5:25-29). Dos cosas se enseñan en esta escritura. La primera cosa es que
todos los que mueren van a ser resucitados a vida. La segunda cosa es que
algunos van a ser resucitados a vida eterna mientras otros van a ser
resucitados a vergüenza eterna y condenación.
Todos los que han vivido y han muerto van a resucitar de la muerte al fin
de la edad. Ellos se levantaran a la vida eterna o a la muerte eterna. Lo que
la persona hace con Cristo va determinar cuál de estos dos va ser su fin. “los otros muertos no
volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera
resurrección. Bienaventurado y santo el que tiene parte en la
primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que
serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él. Y vi un gran trono
blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y
el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los
muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades
entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus
obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta
es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de
la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:56, 11-15).
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