“Así se quedo Jacob solo; y lucho con él un varón hasta que rayaba el alba” (Génesis 32:24)
¡Dejado solo! Que sensaciones tan diferentes evocan estas palabras a cada uno de nosotros. Para algunos significan soledad y desolación; para otros, descanso y reposo. El ser dejado solo sin Dios, sería demasiado terrible para expresarlo con palabras; pero el quedarse solo con él, es un goce celestial anticipado. Si mas personas pasaran más tiempo solos con Él, tendríamos nuevamente gigantes espirituales.
El Maestro nos dio un ejemplo. Notad la frecuencia con que fue a estar a solas. Sin duda tenía un propósito profundo su recomendación: “Cuando ores, éntrate en tu cámara y, cerrada puerta, ora a tu Padre que te ve en secreto” (Mateo 6:6).
Los mayores milagros de Elías y Eliseo se realizaron cuando estaban a solas con Dios. A solas con Dios fue como llego Jacob a ser un príncipe; y es exactamente de la misma manera como nosotros podemos llegar a ser príncipes espirituales.
Josué estaba solo cuando el Señor vino a él (Josue1:1). Gedeón y Jefté estaban solos cuando fueron comisionados para salvar a Israel (Jueces 6:11, 11:29). Moisés estaba andando solitario por el desierto cuando Dios se le apareció en la zarza ardiente (Éxodo 3:1-5). Cornelio estaba orando a solas cuando el ángel vino a él (Hechos 10:2). Nadie estaba con Pedro en el terrado de Simón el curtidor cuando fue instruido para que fuese con los gentiles (Hechos 10:9). Juan estaba solo en Patmos cuando estaba más cerca de Dios (Apocalipsis 1:9).
Codicia el estar a solas con Dios. Si descuidamos esto, no solamente nos robaremos a nosotros mismos, sino también privaremos a otros de bendición; porque solamente cuando hemos sido bendecidos podemos ser un medio de bendición a otras personas.
Si los hombres escogidos nunca hubiesen estado a solas en el silencio más profundo con Dios, no hubiesen hecho o soñado nada grandioso.
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