“¿Hasta cuándo,
Señor, te llamaré y no me harás caso? ¿Hasta cuándo clamaré a ti por causa de
la violencia, y no vendrás a salvarnos? ¿Por qué permites que vea yo iniquidad?
¿Por qué me haces espectador del mal? ¡Sólo veo destrucción y violencia! ¡Ante
mis ojos surgen pleitos y contiendas!... Si por la pureza de tus ojos no
soportas ver el mal ni los agravios, ¿por qué soportas ver a quienes nos
desprecian? ¿Por qué callas cuando los impíos destruyen a quienes son más
justos que ellos?” (Habacuc 1:2-3, 13)
Los problemas son parte de la vida (Juan 16:33). Todos tenemos nuestros problemas particulares que nos
afectan. “Todo obra para bien...” (Romanos
8:28), hay personas que les gusta citar esta porción de la Escritura a los
que están pasando por una problema. ¿Pero en verdad, cuantos lo han puesto a
prueba en su vida? La tendencia común es preguntar, “¿Por qué, Dios? ¿Por qué,
yo?” cuando parece que todo esta en nuestra contra. En vez de amar a Dios y
confiar en El cuando las cosas van mal, recurrimos a tenernos lástima a
nosotros mismos. Pero teniéndose lástima no le ayudara salir de su situación.
Eventualmente, usted se va desalentar o amargarse contra la vida y contra Dios.
El primer verso de Habacuc nos da a saber el estado
mental que se encontraba el profeta. (1:2-4),
Habacuc no se estaba quejando contra Dios, pero más bien el se estaba quejando
a Dios. El sabia que Dios era justo en todo lo qué Él hacia. Pero él no podía
comprender por qué, Dios permitía la situación que persistiera. Él en un
sentido estaba diciendo, “¿Por cuanto
tiempo permitirás que el malvado prospere?” “¿Por qué no haces algo?” En un
tiempo u otro todos nos encaramos con esta misma pregunta. ¿Por qué es que Dios
permite que la gente justa sufra y que los malvados pasen aparentemente sus
vidas sin que los problemas los toque? “Esto
no justo, protestamos”.
En el Salmo 73 encontramos una situación casi
idéntica. ¿Qué fue la respuesta? (v-17) El escritor de este Salmo
realmente pensó que él tenía un caso contra Dios. Él impacientemente estaba
molestó y enojado hasta finalmente Dios,
en Su manera quieta, y amorosa dijo simplemente, “Mira el final de la historia y entonces comprenderás”.
Frecuentemente todos preguntamos, “¿Por qué yo, Señor?” Esto puede ser una pregunta negativo, “¿Por qué tengo yo tanta problema?”
Cuando el percance nos sucede, lloramos, oramos y preguntamos. Puede ser que
Dios nos conteste nuestras preguntas o tal vez que no. Él no esta obligado a
explicar Sus acciones a nosotros (Rom.
9:20-21). Sin embargo, hay ocasiones cuando Dios en Su misericordia escoge
contestar nuestras preguntas como lo hizo con Habacuc. Dios en ocasiones envía
algunas cosas en nuestras vidas para causarnos a hacer preguntas porque Él
tiene un mensaje para nosotros. Cuando cosas suceden en nuestra vida que no
comprendemos, necesitamos examinarnos estrechamente y escuchar atentamente para
oír la voz de Dios. En seguida consideremos unas razones por qué el “¿Por qué
yo?”
LA LEY DE LA COSECHA
Cuando Israel, y luego Judá fueron invadidos por los
Babilónicos, ellos estaban recogiendo la cosecha que ellos habían sembrado. Si
maltratamos nuestros cuerpos, nosotros
podemos esperar enfermedad. Una persona que ha fumado por muchos años, y se
esta muriendo de cáncer de los pulmones no necesita preguntar, “¿Por qué yo?” Él debería saber. Un
droga adicto en una institución mental no debería preguntar el por qué. Un cristiano
quien se casó con un incrédulo solo esta cosechando la cosecha de rebelión
cuando su matrimonio se desintegra. Se pudiera agregar otros muchos ejemplos.
Así, qué cuando el problema viene, antes de inquirir de Dios, necesitamos
preguntarnos “¿Es esto los resultados de
mis acciones? Si es así, ¿en donde
fue que me equivoque y como prevengo para que no suceda otra ves?”
PARA CONSEGUIR NUESTRA ATENCIÓN
Uno niño pequeño corría por la casa, riendo y jugando. Su
madre le llamo varias veces, pero él no la oyó. Finalmente, cuando él vino
corriendo cercas de ella, lo tomo del brazo. “Detente, escucha me.” Vivimos en un mundo muy ocupado. Desde el
tiempo que nuestros pies tocan el piso en la mañana hasta el tiempo que nos acostamos en la
noche, hay muchas cosas que hacer. Para conseguir nuestra atención, Dios en
veces tiene que poner un “alto” en
frente de nosotros. Puede ser la enfermedad, una relación quebrada o una
necesidad financiera. Lo que sea, nos detiene nuestra prisa frenética y nos
pone sobre nuestras rodillas. Entonces oímos la suave, amorosa voz de Dios. “Escúchame, tengo algo que decirte.”
PARA TRAER GLORIA A
DIOS
Viendo un hombre ciego, los discípulos de Jesús le
preguntaron “Rabí, ¿quién pecó, éste o
sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:1-2) Ellos pensaban que su
aflicción era el resultado de la ley de la cosecha. Pero Jesús dijo, “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se
manifiesten en él” (v-3). La muerte de Lázaro era para la gloria de Dios (Jn. 11:4). Desde la prisión el Apóstol
Pablo escribió a los Filipenses que sus problemas se diseñaron para esparcir el
evangelio (Fil. 1:12-14). Él vio la
mano de Dios trabajando en su vida. Su aflicción estaba avanzando el trabajo de
Dios. La fe en Dios juega un papel importante en ayudarnos mantener nuestro
balance espiritual cuando caminamos por esos tiempos obscuros de pruebas, porqué
frecuentemente no sabemos hasta que hemos pasado hasta el otro lado si nuestra
prueba trajo gloria a Dios.
PARA PERFECCIONARNOS
El alfarero probablemente tendrá que aplastar y formar un
vaso varias veces antes que le agrade. Una costurera tendrá que desgarrar y
alterar un vestido antes que quede perfectamente. Un escritor escribe de nuevo
su obra varias veces antes que él quede satisfecho con su trabajo. Así también
el Señor frecuentemente tiene que aplastar nuestro orgullo, quebrar nuestra
voluntad, alterará nuestra actitud, recortar nuestros deseos y hacer nuevo
nuestros planes para perfeccionarnos (I
Pedro 5:10).
POR RAZONES
CONOCIDAS SOLAMENTE A DIOS
Hay tiempos cuando preguntamos, “¿Por qué, yo Señor?” y Él
contesta, “¡Ten confianza!” Una señora
quien había pasado mediante el sufrimiento intensivo tomando tratamientos de
quimioterapia para el cáncer testifico, “Yo
le pregunte a Dios, ¿y por qué no yo?” Y ella dio alabanza a Dios por amar
la y estando con ella durante su sufrimiento.
No encontramos en la Escritura que se le dijo a Job
porque el había sufrido. El pregunto “¿Por qué, yo?” El busco por todos lados
la respuesta pero se le ocultó (Job
23:3-10). Es en situaciones tal como de Job cuando la fe es purificado. Muy
frecuentemente cuando nosotros preguntamos, “¿Por qué yo, Señor?” viene la
respuesta, “Espera hasta la mañana, entonces lo comprenderás todo.” Algunas
cosas nunca lo comprenderemos en esta vida. Tenemos que confiar en Dios quien
hace todo las cosas para nuestro bien, y continuar con Él (Isa. 55: 8-9).
Un perro no puede comprender por que tiene que permanecer
en un patio cercado, pero todavía le es fiel a su dueño. Un bebe no comprende
porqué se le da un inyección de sarampión, aún el continúa amando a su madre.
Como hijos de Dios frecuentemente no podemos comprender como Dios obra, pero
tenemos que seguir confiando y alabando le.